—Pero, ¿cómo puedes vivir sola? Tú no eres feliz, ¿no?
—Por supuesto que no. Ser feliz es un coñazo.
—Pero, ¿no echas de menos tener a alguien?
—A alguien como quién.
—Como un novio.
—¿Para qué?
—Para que te proteja.
—Ya tengo una puerta blindada.
—Ya, pero estando sola, ¿no te sientes un poco sola?
—Mi soledad y yo nos llevamos bien, no necesitamos que venga la soledad de otro y nos dé por saco.
—¿Y no te gusta que te digan que te quieren?
—Sí... Cuando te quiero significa "te quiero", no cuando significa "me perteneces", que es más o menos siempre.
—¿Sabes? Me parece que no has estado nunca enamorada.
—¿Y tú sí? ¿Me vas a decir que estás enamorada del tal Juanjo ese?
—Mmm... ¡Yo creo que sí!
—¡Crees que sí! O lo estás o no lo estás, si yo estuviese enamorada de Juanjo no necesitaría media hora para pensarlo.
—Oye, que han sido tres segundos...
—¡Ni tres segundos ni nada! El amor no es algo que puedas poner en duda, es una ola que se te lleva por delante, un puño que te deja K.O., un incendio que te abrasa por dentro.
—Me estás dando un poco de miedo.
—Es que el verdadero amor debería acojonarnos... Debería destruirnos para resucitarnos después, eso es para mí el amor. Y lo que tú llamas amor, pues... es una imitación hecha en Taiwan.
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